jueves, 31 de julio de 2014

LOS BERNALDO DE QUIRÓS. UNA PÁGINA OLVIDADA DE LA HISTORIA DE ABLAÑA

Antes de que la mina y la industria cambiaran la faz del concejo de Mieres,  en lo antiguo incluso en el de Lena, y la vieja sociedad agrícola y ganadera se convirtiera al ritmo trepidante de los nuevos tiempos, nuestras aldeas solían tener al lado de un modesto caserío de factura artesana, la casa y morada principal del linaje notorio –el de sangre más acrisolada y bienes sobrados- de la comarca.
Escudo de los Bernaldo de Quirós
(casa solariega de Ablaña de Abajo)
Ablaña no podía ser menos y, a la vista de antiguos documentos de las antiguas escribanías, se puede decir que este lugar, hoy desfigurado por las modernas actividades económicas, antaño contó con insignes linajes, de los que casi nadie se acuerda y de los que quedan pocos testimonios.
Para estas familias de hidalguía asturiana, el siglo XIX fue un auténtico cataclismo cósmico: el liberalismo les quitó derechos y privilegios, y ellas en muchos casos se olvidaron de sus deberes, aquellos del viejo proverbio de “nobleza obliga”. De esta manera, entre agotamiento biológico, la vanidad estúpida, el aburguesamiento de la mentalidad y la fuerza arrolladora de las circunstancias, su realidad se convirtió en agua pasada.

De los Muñiz de Ablaña, después Muñiz Bernaldo o Muñiz Bernaldo de Quirós, por el enlace de esta casa con la de Quirós, existe en el archivo de la casa de El Valletu, una muy rica información documental desde 1566 hasta el siglo XIX. Resulta ser una fuente histórica de gran importancia para la historia moderna de Ablaña. Estos fondos no son sólo relativos a nuestro concejo, y en especial a Ablaña y Loredo, sino también al de Langreo. Tal documentación entró el la casa de Ablaña por el matrimonio de doña Catalina de Argüelles Meres con don Pedro de Buelga Ordóñez. Ella era tía de don Juan Muñiz Bernaldo y la hizo donación vincular el año 1659. Las dos casas, la de Ablaña y la de Langreo, recayeron al fin en doña Francisca Muñiz Bernaldo Miranda, esposa de don Juan Vitorero, señor de la Casa de Luces, en Colunga. Relaciones y matrimonios de esas familias con los Vázquez de Prada de El Valletu, trajeron todos los papeles a Valdecuna. La última vinculación fue las nupcias en la segunda mitad del siglo XIX, de don Agustín Vitorero y Jovellanos con doña Ecolástica Vázquez de Prada y Faes de Miranda.
Desde entonces, los Vázquez de Prada han conservado con esmero y notable sentido cultural estos valiosos testimonios del pasado.
Los Muñíz de Ablaña, gentes del patriciado de este lugar, aparecen documentados a partir del siglo XVI. No se sabe si tenían alguna relación con los Muñiz, los más antiguos señores de la casa y torre de Olloniego, que por la factura de la construcción, debían ser de los más poderosos caballeros de la tierra. Antes del siglo XVI, casi no se puede saber nada de esta familia de Ablaña y su historia se pierde en las revueltas y alborotos de la Baja Edad Media. Su origen solariego era el lugar de Ablaña, de ahí su más antiguo apellido, pero pronto, en el siglo XVII, sintieron la atracción de Oviedo, capital del Principado y, aunque siguieron conservando sus propiedades en el concejo de Lena, ya residían habitualmente en aquella ciudad. A lo largo de esta centuria, no hicieron otra cosa que acrecentar su patrimonio, no sólo de la tierra de Mieres, sino también en Langreo y Oviedo; todo ello les permitió casar con señoras principales, ocupar cargos en la administración pública y forjarse una formación literaria y académica notable.
Juan Muñiz de Ablaña (principios del siglo XVII) casó con doña Ana de Hevia; don Juan Muñiz Bernaldo con doña Antonia de Caso Celis y Hevia, una señora de las más calificadas familias del oriente Astur, hija de Francisco de Caso y de doña María de Hevia, gente también letrada, pues doña Antonia era hermana del licenciado Gaspar de Caso; y el Doctor don Francisco Muñiz Bernaldo con doña Isabel de Valdés Miranda, que era lo mismo que los primeros apellidos de la aristocracia regional. Muerto don Francisco, en los años 1734 a 1737, se hizo la partición de sus bienes y fue cuando el linaje se distanció definitivamente de Ablaña: había tenido dos hijas, la primogénita, llamada a la sucesión, no tuvo hijos en su matrimonio con don José de Argüello. Su hermana menor, la mencionada doña Francisca, se consolidó como la heredera absoluta, así de los bienes libres, cómo de los vinculados.
Don Juan Muñiz Bernaldo (siglo XVII), el esposo de doña Antonia, ya figura cómo vecino de Oviedo y su juez ordinario, y su hijo don Francisco, cómo regidor de la misma ciudad, ejerciendo de oficio de abogado.
Cuando en el siglo XIX, desaparecieron los mayorazgos, por los defectos de las leyes de la desamortización civil, el caudal patrimonial de estas familias se dispersó. Tal ocurrió con el de los Muñiz de Ablaña, hoy sólo un recuerdo histórico en este lugar del concejo de Mieres.

Manuel de Abol-Brasón y Álvarez-Tamargo
PROFESOR TITULAR DE HISTORIA DEL DERECHO EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO

"La Meruxega Nº 0" año 1999