sábado, 28 de diciembre de 2013

NICOLASA (II)

¿De quién son los terrenos considerados comunales del Valle de Nicolasa?. Evidentemente parece ser que  cada palmo de tierra de este mundo tiene un dueño-a  y como no podía ser menos, los terrenos de Nicolasa También.  Veamos Pues:

“El  día uno de Marzo del año de 1.894 se otorga escritura pública a favor de varios adquirientes de un monte llamado  “Brañamonio y  Ablaña” sito en las parroquias de Loredo, Seana, Valdecuna y Gallegos, del concejo de Mieres, extensión de quinientas diez hectáreas, terreno montañoso y de mala calidad, que linda al Norte caseríos y bienes de Pando, de Belfono, Llamoeta, parroquia de Loredo, Conforcos, Tablao de Arriba y Seana, de la parroquia de Seana y del  caserío del Candasín  de Gallegos; Sur y Oeste con monte de los concejos de Foz y Riosa. Melujedo, Aballegu y Gallegos; Y al Este con terrenos del pueblo de Foz y caseríos de Pajio y más caseríos de Ablaña….”
 Esta finca o montes comunales pertenecientes a las cuatro parroquias reseñadas fueron adquiridas por un importe de veinte mil pesetas,   incluidos los derechos al estado, cantidad que se abonó en nueve plazos por una serie de personas, supongo que a escote pericote.
En lo que al valle de Nicolasa se refiere, los compradores y su lugar de residencia fueron los siguientes.
BEIDOSA
                         José Estrada Fernández, José García García, Juan Fernández  Fernández,    
                         José Estrada Villa, Vicente Álvarez Fernández, (Ilegible) Álvarez Muñiz, José   
                         González Álvarez, Julián Iglesias  Marcos, Ramón García Fernández, Joaquina         
                         Prieto Moro (Viuda), Manuel Argüelles Alonso, Manuel Villa Suárez.

PRADO CIMERO
                         Leoncio Estrada Estrada, Celestino Riestra Fernández, Elías Ordoñez Ardura,   
                         Nicolás Iglesias Fernández, José Iglesias García.

LLANO TORTORIO
                         José Fernández Figares.

ESCALDAONA
                        Vicente García Fernández.

BRAÑA CASTAÑAR
                        Antonio Fernández Prieto, Severiano Vázquez  Velasco, Francisco Prieto Moro.

ABLAÑA
                        Manuel Coto Gutiérrez, Santiago Allende Vázquez, Jerónimo Estrada García,
                        María González Álvarez (viuda), José García y García, Francisco Iglesias Díaz,
                        Andrés Iglesias Díaz, Manuel Estrada Álvarez, Vicente Estrada Álvarez, Juan
                        Valdés García, Tomás Fernández Quintana y Díaz,  Nicolás Menéndez Fernández,             
                        Manuel Díaz Álvarez, Bernardo Fernández García, José Suárez Fernández,  Ramón
                        Fernández Cosío, Francisco Llaneza y Llaneza, Ramón Quintanal  Baragaño, Rafael
                        Fernández García, Francisco Álvarez García, Casimiro García Estrada, Lucas      
                        García Estrada, Francisco Fernández y Fernández, Manuel Álvarez Acebal  y
                        Fernández, Joaquín Llano García, Celestino Fernández Cachero, Ramón Salgado
                        Estrada, Manuel Estrada Álvarez, José Sánchez Iglesias, Ramón Álvarez y Álvarez,
                        Andrés Figares Martínez, Manuel Arias Villa, Ramón Arias y Allande, Manuel
                        Muñiz y Vázquez, Carlos Creste Iglesias,  (Ramona Vázquez) Manuel Muñiz
                        Vázquez, Emilio Suárez Cachero, Pascual Arias Suárez, José Fernández Vallín
                        e Iglesias, Valeriana Fernández Huerta (viuda), José Estrada Fernández, Matilde
                        Llaneza González, José Vega Ordoñez, Pedro Estrada Suárez, Genaro Fernández y  
                        Fernández.


               
Del resto de compradores de los citados terrenos omito sus nombres, puesto que este trabajo solamente se refiere al valle de Nicolasa, pero por curiosidad dejo constancia  del lugar de residencia  y del  número que contribuyeron  en la citada compra  : Pueblo de Gallegos: 33; Canga: 48; Cenera: 24; Villaestremeri: 19; Pajido: 20; Viesca y Tazada: 12; Sobrobio: 10; Villamartín: 21; Insierto: 14; Requejado: 9; Espinedo 3; Ribono; 15; Panizales: 1; Estación de Mieres: 34; Embermiga: 2;  Sueros: 16; Loredo: 41; Vega de  Sampedro: 26; La Pereda: 34.

Los topónimos están copiados textualmente de la escritura pública. Nótese  las características de los escribanos de aquellos tiempos en donde se destaca  el afán de omitir todos los topónimos en llingua asturiana; Pajido por Paxío, Beleidosa por La Faidosa, Requejado por Requexáu, Etcétera.

La escritura está fechada en 1.894 y en la misma no hace ninguna alusión a Nicolasa, ni a la Llerosa de Riba, ni a la Llerosa de Abajo, ni a La Cábila, ni a lo más chocante: al Cibero o Llanu la Tabla. ¿Sería porque en esa fecha estos núcleos de población no estaban constituidos?. Lo dejo para otra entrega en donde trataré este asunto con más  profundidad.

Aclarar que algunos de los topónimos reflejados en la escritura pueden inducir a la confusión cuando dicen: La Beidosa. Sin duda  se está  refiriendo a La Faidosa. Por Llano Tortorio. El escribano  está haciendo alusión  al Tortuxu o Tortúriu, que es una  hacienda, caserío o terreno  ubicado  al Sur de la Faidosa. La Escaldaona es una porción de terreno arbolado (Castañéu) ubicado  en el margen derecho del Regueru Goyo un poco  por encima del que fue el Caserío  de Goyo, en Nicolasa.  


                                                                                                           Juan La Viru

viernes, 20 de diciembre de 2013

LA CÁBILA

Cavilando en la Cábila he llegado a la conclusión de que no es probable que este topónimo tenga alguna relación con los poblados que hacen   los beduinos o bereberes durante sus marchas trashumantes por el desierto. El  filólogo  Xoxé Lluís García Arias encasilla este topónimo, de la Cábila, consecuente con el movimiento obrero.
Debajo de los cerezos en flor las casas de La Cábila
De todas maneras La Cábila (Nicolasa), es lo que se ve en la foto; Cuatro viviendas adosadas, que  no describo sus características por que la imagen  lo dice  todo. Más al fondo, en la mitad del margen derecho de la fotografía, se ve    el Caserío del Castañíu y por encima  se entrevé una  parte del Prau La Cotá; que es la pradería más fondera que  pertenece al Caserío de Conforcos. Entre el Caserío del Castañéu y el Prau La Cotá se aprecia la calzada del Camín de Conforcos, que era la caleyovía  de  San Fernando, por la cual, un poco a pie y otro poco  andando, subían y bajaban los vecinos de la zona  y  decenas de obreros  que trabajaban   en las   minas de montaña del Grupo Nicolasa.
La  foto de La Cábila está tomada en el año 2.001. En los albores del año 2.014 estas edificaciones están parcialmente derruidas. Nadie las habita ni nadie se interesa por su conservación. De los prados que había en el contorno de estas viviendas que se llamaban: El Prau el Valle, La Praera, Prau Celesta, La Pontona y el Praiquín y como tierras de labor La Güertona bajo Casa, a demás de  algunos pequeños  huertos  esparcidos por el contorno, como se ve en una de las fotografías,   ya no queda ningún vestigio.
El camino por el que se accede a este lugar se desvía de la carretera de Nicolasa   (MI-1) hacia la falda del Cordal de la Meruxega cuando la calzada de dicha carretera  cruza   por encima del Regueru de Conforcos. El camino, que  es estrecho y tallado en la Pudinga, gira a la derecha al llegar a la Casa de  Coto y nada más pasar por  delante de la  vivienda de Julia  (la Porreta)  el sendero zigzaguea  hacia la izquierda monte arriba hasta llegar a las casas de La Cábila después  de recorrer  una distancia de unos doscientos metros, que es la trayecto el línea recta   que habrá entre la calzada de la carretera y La Cábila. 
En la  Cábila ya no vive ningún ser humano, pero me voy a permitir recordar  los nombres de las personas que entre la década que va desde     1.950  a   1.960 ocupaban   estas viviendas:
  Un matrimonio compuesto por  Manolo (el Robeco) y Delfina con sus hijos: Eugenio, Manolo, Agustín, Misael y Marcelina.
 Una señora viuda que se llamaba Leónides Estrada que tenía cuatro hijos: Pepe, Sabina, Baltasara y Alejandro.
Las cuatro viviendas de La Cábila. Al fondo el caserío
del Castañeu y un trozo del prado de La Cotá
Otro matrimonio formado por Remedios y Eugenio Ovalle Estrada y que  tenían  cinco hijos: Láudela, Eudosio, Remigio y Sergio Ovalle Estrada*.
Y  Lucita que  estaba casada con Ignacio Estrada Álvarez (Claverón) y que   tenían cuatro hijos: Remigio, Amador, Carlos y Maximino.

Solo me falta una señora viuda que se llamaba Benita que  tenía con ella a sus siete hijos: Benito, Mateo, Matías, Manolita, Alicia, Maruja y Víctor.
No es una leyenda, estas 32 personas vivieron en los edificios que se ven en la fotografía.
Y ya que en la foto reseño el caserío del Castañéu, señalar que en él vivía el matrimonio entre Laudelina y José Estrada con sus hijos: Tina, Pepín Josefina y Sabina.

·         Sergio Ovalle Estrada, nació y se crió en La Cábila, sin su colaboración estas líneas no las hubiese podido escribir.
Juan Laviru

domingo, 15 de diciembre de 2013

DON ANTONIO

El popular y recordado sacerdote D. Antonio José Fernández Fernández, más conocido por los feligreses como Don Antonio, que fue titular de las parroquias de Loredo y Baíña (Mieres) durante más de cincuenta años, nació el 23 de abril de 1913 en San Antolín de Villanueva (Talarén), parroquia del concejo o municipio asturiano de Navia.
De familia muy cristiana, era hijo de Manuel y Társila y tuvo 9 hermanos, de ellos tres varones, Don Luis --el otro hermano sacerdote, fallecido en Cabanella de Navia el 28 de octubre de 2007--, Domingo y Marcelino, que estuvieron casados, y seis mujeres: Pilar, Olvido, Carmina, Luz, Piedad y Teresita, de las que tres fueron religiosas franciscanas del Buen Consejo: Pilar, Olvido y Luz.
De joven, Don Antonio trabajó en la construcción del ferrocarril Gijón-Santander (FEVE) a su paso por Navia.
Entró en el Seminario de Valdediós (Villaviciosa - Asturias) el 29 de septiembre de 1932 cuando tenía 20 años de edad. Cuentan sus compañeros que su fuerza física era tan grande que, con los brazos en cruz, sostenía colgados de ellos a dos personas adultas.
Fue ordenado sacerdote en Valdediós el 16 de junio de 1940, a los 27 años de edad, por el entonces Obispo de Oviedo D. Manuel Arce Ochotorena. Celebró su primera Misa solemne el 23 de junio del mismo año en la iglesia de San Pedro de Andés (Navia), donde residían sus padres y familia.
De 1940 a 1943 estuvo de coadjutor en la parroquia de Valdesoto, en el concejo de Siero.
De 1943 al año 2002 fue párroco de Loredo  --en cuya casa rectoral se instaló con sus padres y hermanos nada más llegar y vivió luego bastantes años en compañía de Piedad y Teresita--, Baíña, La Pereda y Ablaña, pueblos del norte del concejo de Mieres (Asturias).
Pasó a la situación de jubilado el 31 de marzo de 2002, fijando su residencia en Cabanella de Navia junto con sus hermanas Piedad y Teresita, y muy cerca de su otro hermano don Luis.
Falleció en su casa de Cabanella el 22 de abril de 2008 y al día siguiente, en que cumpliría 95 años de edad, el Sr. Arzobispo de Oviedo, Don Carlos Osoro, presidió el funeral de cuerpo presente en la iglesia de San Pedro de Andés, recibiendo a continuación sepultura cristiana en el panteón familiar del cementerio de Andés. A pesar de sus grandes sufrimientos, la víspera de su muerte por la tarde, celebró la Eucaristía con plena lucidez en la capilla de Cabanella.
Don Antonio era persona de pocas palabras y profundos sentimientos. Hombre humilde y sencillo, no le gustaban los aplausos ni los homenajes.
Cuando se enteraba de que alguien estaba enfermo, allí estaba él en su casa o en el centro sanitario para consolarle y llevarle los auxilios de la fe.
Siempre abierto a recibir consejo y orientación, no tenía inconveniente en preguntar a sacerdotes mucho más jóvenes que él sobre temas de Teología, Moral o Pastoral.
Los sacerdotes que se confesaban con él decían que era un gran confesor y director espiritual.
Los que le conocían decían de él que «lo daba todo por sus feligreses». Éstos, tras su fallecimiento, quisieron reconocerle su labor, algo a lo que se había resistido en vida. El 27 de octubre de 2008 los vecinos del pueblo de Loredo le rindieron un sentido homenaje, con una misa en su recuerdo oficiada en la iglesia parroquial por su sobrino, el también sacerdote don Antonio Fernández García, y el descubrimiento de una placa conmemorativa. En junio del mismo año, el pueblo de Ablaña, en cuya rectoral residió Don Antonio durante muchos años y hasta su retiro, había llevado a cabo un acto similar en su honor.

FUENTE: D. Antonio Fernández García, sobrino de D. Antonio,  http://www.vivirasturias.com.

sábado, 7 de diciembre de 2013

NICOLASA

Se puede caer en la tentación de definir el topónimo de Nicolasa como un antropónimo, pero si se tiene en cuenta que la definición de antropónimo se refiere a la adjetivación de un poseedor o una cosa poseída,  con el topónimo de  Nicolasa tengo la duda razonable para que no  se dé  esta circunstancia. A mi entender, se trata de la costumbre de poner nombres femeninos a las explotaciones mineras a la hora de efectuar su registro en el ministerio correspondiente, como se puede constatar en toda la cuenca minera. 
Hasta bien entrado el siglo XIX al entorno de nuestro valle   se le llamaba  “El  Valle de Ablaña”. El río ( Río Nicolasa), se definía como el “Reguero de la Oscurera del Valle” y a  las viviendas y lugar en donde están enclavadas,  que en la actualidad se definen como Nicolasa, era y en realidad, siguen siendo, El Cibero.
Fue en el año de 1.843, cuando  Don José González Longoria, como apoderado de las compañías Explotadora Ovetense y Prosperidad, registra las minas de Nicolasa, la Olvidada, La Alta y La Ordoñera.  Situando a la Mina Nicolasa  “a orillas del Arroyo de la Oscurera del Valle, arroyo que desemboca en el Río Caudal junto al industrioso pueblo de Ablaña”. Aquí me permito hacer un inciso para señalar que cuando el acta del  registro se refiere al “Arroyo de la Oscurera del Valle”  está reseñando  lo que en la actualidad se conoce como Regueru de los Infiernos y Río Nicolasa, a los cuales  los considera como un solo arroyo.
La mina de Nicolasa perduró en el tiempo, adsorbiendo al resto de minas que había en el valle, por lo que podemos deducir que la etimología del topónimo “Nicolasa” se debe a la citada explotación minera y  que nada tiene que ver con un antropónimo, puesto que no hay indicios que  demuestren que una persona llamada Nicolasa fuese la poseedora de la mina.
Pero hay  otra historia que refleja lo contrario y que dice así:
Cuentan de una señora, de nombre Nicolasa, que  era la propietaria  de  unos lavaderos de carbón. (Los lavaderos de carbón  eran unos artilugios  que haciendo pasar el agua mezclada con tierra y carbón  por unas canalizaciones, generalmente de madera,  se lavaba con el fin de separar la tierra de la hulla y  al mismo tiempo  se  recogía el carbón que bajaba mezclado con   las aguas residuales de las minas del valle). Y dicen que esta señora llegó a tener un número considerable de trabajadores, siendo muy común, cuando se preguntaba a algunos de los obreros de estos lavaderos, ¿en dónde trabajaban?, que contestasen  que trabajaban para Nicolasa, o que iban a trabajar para Nicolasa. No sé si estos dichos terminaron dando nombre al valle, pero si  que lo he oído contar.    De ser cierta esta historia, es evidente que estamos ante un antropónimo.
Pero hay más, veamos otra historia que publica el periodista Jaime huelga  en la Revista “Camín de Mieres Aula de la Paz 95”  página 22, en donde relata una  entrevista a un conocido vecino de Ablaña, “Ino” Peña, (para los que trabajamos con él  “Cañaviru”), y que dice así:
   “Una señora llamada Nicolasa Camino* tenía dos hijos varones y cuatro hembras. El primer hijo murió en un accidente de mina a la edad de 10 años: era aguador. La madre debido a este triste suceso perdió la razón. Ella iba todos los días a boca de la mina y exclamaba: ¡Sacadme a mi hijooo…! ¡Sacadme a mi hijooo!  Debido a este suceso, a aquel sitio o lugar, las gentes lo denominaron, en memoria de la citada señora  “NICOLASA”.

·         Nicolasa Camino estaba casada con Francisco Peña, eran naturales de Barruelo (Palencia).


Juan Laviru

sábado, 30 de noviembre de 2013

FERNANDO GARCÍA CURTEN

Escultor y pintor argentino de reconocido prestigio en todo el mundo, nace el 18 de enero de 1939 en San Pedro, Provincia de Buenos Aires.
Vive en E.E.U.U entre los años 1965 y 1967. En 1978 viaja a España para conocer la tierra de su padre, Laudelino García, natural de Ablaña (Asturias). Ese mismo año obtiene beca del Instituto de Cultura Hispánica y expone individualmente en Madrid. Invitado por Elizalde Gallery para exponer en Los ángeles (California, 1981). Invitado por Illinois Art. Council realiza cinco muestras individuales y dos colectivas (E.E.U.U 1983/84). Invitado por Latín American Cultural Development, expone en Houston, Texas y en Washington D.C.(1983).
Invitado por Galería Estol de Barcelona, España, expone en 1987 y 1988. Obtiene dos primeros premios en Argentina (1976 y 1977) y Mención Honorífica en E.E.U.U (1977). A partir de 1977 deja de participar en salones competitivos. Invitado por diversas galerías argentinas a muestras individuales en varias ocasiones (Gal. Van Riel, Bs. As. / Galería Carrillo, Rosario / Gal. Teodelapio, Bs. As / Centro Cultural General San Martín, Bs. As. / Centro Cultural Recoleta, Bs. As., etc. Obras suyas en colecciones públicas y privadas del país y del extranjero (buenos Aires, Catamarca, Rosario / Madrid, Barcelona, Mallorca de España/ Los Ángeles, Illinois, etc de E.E. U.U. / también en Brasil, Nicaragua, Venezuela e Italia. Avalan su obra más de    opiniones críticas publicadas en antologías, revistas, libros y periódicos del país y del exterior. A partir de 1990 deja de exponer.
En 1992, funcionarios y amigos convierten el hogar en el que nació en Casa Museo. En 1995 decide, junto a su esposa y sus hijas (la poeta Susana Tosso, la escritora Fernanda García Curten y la bailarina Rosaura García) legar gran parte de su obra al patrimonio comunitario. Por esa decisión se crea, en 1997, la “Fundación García Curten”.


Instantáneas de su visita a Ablaña, durante su visita a nuestro país en 1978.





miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA FUENTE DE NICASIO

La primera traída de agua al pueblo de Ablaña data del año 1.934. Se trataba de una tubería de   150 milímetros de diámetro que recogía parte de las aguas del Regueru de Conforcos a la altura del Caserío del Castañíu (Nicolasa) y las iba distribuyendo a lo largo del recorrido en unas edificaciones (lavaderos) con techumbre  en las cuales el agua se distribuía entre un caño o fuente, un abrevadero y unas valsas para lavar la ropa. El primer lavadero estaba debajo de La Cabila y otro un poco por encima de La Llerosa de Abajo, ambos en Nicolasa. Un tercer lavadero aún se puede ver  (recién remodelado), en Les Quintanes, el cuarto estaba delante de la iglesia de Santa Bárbara y el último de la traída es el que se encuentra en La Casa Riba. A la fecha  el agua solo llega al lavadero de Les Quintanes, y eso  gracias a la labor de mantenimiento de la tubería por los vecinos de esa zona. El lavadero de Nicolasa esta inutilizado,  el de debajo de La Cabila y el de Ablaña de Arriba desmantelados.  Todo apunta a que en este pueblo los vestigios de nuestros antepasados estorban.
A todo esto, a  principios del siglo XX,  la única fuente con  manantial de agua potable que había en Ablaña era la Fuente Nicasio. Había otras fuentes: la de junto al cine o la de La Mexona, por poner un ejemplo, pero a sus caños llegaba el agua entubada. (La fuente la Mexona inutilizada y la de junto al cine, como el cine, desaparecidos en combate en lucha desigual contra la piqueta invasora).
La Fuente Nicasio estaba situada  al lado de la    “Panadería de Guzmán”; del comercio de la “Cantina de Jesús”; del establecimiento o “Estanco de Aurorina”; del puesto de golosinas de ”Genta Peláez”; del “Economato y Biblioteca  de Mina Llamas; al lado mismo  de  materiales eléctricos “Comercial Lito” (Lito el electricista); a cuatro metros   de la Central de Teléfonos y a unos  veinte metros del  Cuartel de la Guardia Civil.  Como se puede apreciar la fuente estaba  ubicada en un lugar enormemente comercial y por tanto muy  transitado.
Estado actual de lo que fue la famosa “Fuente de Nicasio”
La pimpana de esta fuente estaba un poco por debajo del rasante del camino, por lo que para coger el agua, había que bajar  dos o tres escalones en forma de herradura tallados en mampostería y ladrillo macizo, escalones por los que se acedía a    un descansillo, de aproximadamente un metro cuadrado, en  donde estaba    encastrado el caño  en un frente enladrillado, que junto con los peldaños completaban un conjunto artísticamente rematado.
A esta fuente, junto con los vecinos del pueblo, venían a por agua jóvenes con la categoría de  “pinches” y mujeres a las que se les llamaba  “aguadoras”, que en barriles de madera la transportaban hasta los talleres de la Fábrica de Mieres con el fin de mitigar la sed de los trabajadores de dicha factoría.
En época de estiaje, el caudal de esta fuente solía disminuir considerablemente y debido a esta circunstancia se formaban largas colas de gente con sus calderos y barriles a la espera de llenarlos del preciado líquido.
Me contó la heredera de esta fuente (nieta del Señor Nicasio) que sobre el año de 1.943 se secó de golpe sin que hubiese una causa aparente que justificase tal hecho y que después de varios días  sin salir de su caño ni una sola gota de agua, de igual manera que se secó, volvió a manar el agua abundantemente.
La importancia de esta fuente, única en el núcleo de Ablaña de Arriba era tal (de aquella no había agua en el grifo dentro de las casas) que para festejar la vuelta del agua se pidió prestado un organillo de los de manivela que tenían en la Casona del Portalón (La Manigua), artilugio musical con el que se amenizo una fiesta-baile en la que participaron todas las gentes del pueblo.
Corría el año de 1.955 (año arriba o abajo), cuando la empresa minera de Nueva Montaña horadó un túnel en las inmediaciones de esta fuente, con tal mala suerte que cortó el manantial que surtía de agua a esta fuente. O al menos en esa fecha el caño se secó definitivamente.

Como ya deje constancia anteriormente, en este pueblo sobra todo lo que represente un trozo de historia y como no podía ser de otra manera la infraestructura de La Fuente Nicasio fue destrozada parcialmente haciéndola, como se puede apreciar en la fotografía, irreconocible.
 Se acabó el carbón, se llevaron la fábrica, se secaron los manantiales…  Y lo poco que nos queda, cualquier día nos lo lleva un airón...

                                                                                                                                         Juan La Viru

domingo, 24 de noviembre de 2013

ABLAÑA, A MERCED DE LA MADRE NATURALEZA.

Hoy el arroyo Nicolasa baja casi seco y las escasas aguas que aportan los pocos manantiales que sobrevivieron el envite de usureros mercaderes, nos lo demuestran. Su hondonada tuvo que ser en sus orígenes, de un color verde brillante; mas, por mor de un afán de enriquecimiento rápido, volviose de un triste gris, mate y manoseado. Aún pueden verse en el entorno de la cúspide de su cuenca (el pico Llosorio), las heridas dejadas por el especulador. Todavía no desaparecieron las huellas que dejaron a sus espaldas, las excavadoras en su rápida huída, una vez agotado por completo el preciado oro negro. Atrás queda la impronta dejada por el hombre en sus laderas, todas horadadas cual queso “emmental” y regadas de surcos por donde antaño pasaban vías mineras, por las que unas pobres mulas arrastraban precarias vagonetas cargadas del negro fósil.
Si desciendes a lo profundo de su depresión, se pueden ver abandonadas escombreras, si es que la espesa e impenetrable maleza que recorre su superficie te lo permite. Todo ese escombro fue arrancado de sus entrañas, amén del carbón que se lo llevaron a saber dónde. Como consecuencia su subsuelo está hueco, por lo que las viviendas de toda la zona se hunden y resquebrajan sin que aparezca por cualquier lado, autor alguno de tal desaguisado; hasta el punto de estar en busca y captura, por desaparecido, el hipotético y esquivo responsable subsidiario. Tal despropósito y muestra de dejadez, nos revela la magnitud de lo que antes fue, en la misma manera que nos enseña, hasta qué punto pueden llegar las miserias de ser humano.
Si continúas bajando, llegas a su vega, donde más ancho se hace su valle. Allí donde, sus exiguas aguas desaparecen sin pena ni gloria, tras mezclarse con las orgullosas del Río Caudal. Donde un entramado de vías se extiende, formando dibujos de infinitas líneas paralelas. Allí surgió un pequeño y entrañable pueblo, Ablaña. Hijo de la revolución industrial. De niño bullicioso y ahora reino de quietud y abandono; antes rico y ahora, por pobre, ignorado. En su época de esplendor fue querido cual rica y bella manceba los es por amor interesado; mas, ahora que es pobre y no tan bonita, se siente abandona e ignorada por tan interesado galán.
Actualmente, apenas quedan sanguijuelas, se han marchado una vez casi agotado sus recursos; justo en el mismo momento que la palabra “rentable” deja de aplicarse. Como efectos colaterales, el pueblo queda en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero eso sí, sin ningún tipo de cuidados paliativos, sociales, de recuperación del entorno, dinamización y mucho menos, económicos: a su suerte y a merced de la madre naturaleza.
Ahora, una vez finalizado el saqueo, vaga de puerta en puerta, pues no le ha quedado otro que volverse pedigüeño. No obstante, por más que llora no le hacen caso y, a duras penas, subsiste condenado en la ignominia, sin haber hecho nada para merecerlo. Mi pueblo se encuentra aislado en un mundo injusto y desagradecido, a la vez que atrapado e ignorado, en un laberinto que, aunque te prometan que la tiene, carece de salida.


En la actualidad, tan sólo nos queda un poco de romanticismo y añoranza de lo que Ablaña fue. Sin echar culpas por completo, diríamos que en parte es debido a la desidia continua de nuestros políticos, que sin duda la tienen; pero también, a la pasividad pusilánime de los que alguna vez vivimos allí. Quizás tengamos lo que nos merecemos.
Donato

miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL CASTILLETE OXIDADO

El 19 de Marzo del año 1.941 se inauguró en Las inmediaciones de Les Quintanes (Ablaña) el primer pozo minero horadado en vertical   en  el valle de Ablaña-Nicolasa, bautizado  con el nombre de: “Pozo San José”.
                Este pozo contaba  con una primera planta a 27 metros del brocal, una segunda a 70 y una tercera planta a una profundidad de  130 metros.
En el año 1.943 esta empresa, hasta entonces conocida como “Mina Llamas” es adquirida por la compañía santanderina de “Nueva montaña Quijano S.A., empresa que inicia la re profundización del pozo añadiendo una cuarta y una quinta  planta, para lo cual, y sin paralizar la producción, construye un nuevo castillete de mayor envergadura adosado al ya existente.

Este nuevo castillete tenía, y tiene,  una altura a la plataforma de las  poleas  de 26 metros. La totalidad de  su estructura se ensambló  con un total de 10.200 roblones de 30 milímetros de largo por 28 milímetros de diámetro. Esta cantidad de remaches, nada despreciable, sujetó 1.021 metros de angular de 75 milímetros de ala.  9.444 metros de pletina o llanta de 50 milímetros de ancho por 10 milímetros de grosor. 26 metros de doble TE de 300 milímetros (IPN 300). 200 metros de perfil en U DE 100 milímetros (UPN 100). 140 metros de angular de 45 milímetros de ala. 25 metros de redondo de 18 milímetros de diámetro. 90 escalones de fundición de 500 milímetros de largo por 230 milímetros de huella. 50 metros cuadrados de chapa de acero de 20 milímetros de grosor. 2 ruedas, radios de las ruedas, cojinetes y techumbre, sin definir. A estas cantidades hay que añadir algo más de 10.200 agujeros por los cuales se introdujeron  los remaches para inmovilizar las piezas.

 Trabajo de artesanos altamente especializados, “caldereros de raza lobo” que sin plataformas de elevación, ni grúas, ni soldaduras, ni tan siquiera cinturones de seguridad, elevaron  una joya que reluciente se inauguro en el año 1954 y que en el año 2.013 se desmorona expoliado y olvidado.

El “Castillete de Plata” (según la novela de Cesar Rubín), después de tan solo 59 años se queda, cual carroza de la Cenicienta, en:  “EL CASTILLETE OXIDADO”


                                                                                                                       Juan la Viru


lunes, 18 de noviembre de 2013

NUESTRA QUERIDA TÉRMICA

Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando sale a colación la denominada Central termoeléctrica de La Pereda, indudablemente no se puede plasmar en forma impresa. Lo más probable, es que te metan preso por el simple hecho de escribir palabras que, sin lugar a duda, no se encuentran en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
A nuestro valle llegó un día, a principios delo 90 del pasado siglo, un grupo de pícaros con un cartapacio debajo del brazo. Con gran locuacidad pregonaban a los cuatro vientos el fin del agravio con la zona, la llegada del maná y, en conclusión, la panacea. Nos prometían convertirnos en el Olimpo, eso sí, con una carga de cinismo a la que, a estas alturas, deberíamos estar acostumbrados. Conclusión, como recompensa a todo lo que este valle aportó durante tanto tiempo, nos espetaron una bonita chimenea, por supuesto sin la opción de ruegos y preguntas. En defensa de tan beneficioso proyecto, argumentaron que, aún sin saber lo que en sus adentros se iría a quemar, por la misma brotaría, no obstante, perfume de azahar, aroma y ambrosía. Mientras, muy lejos de tan privilegiado lugar, los mismos interlocutores, disfrutarían a salvo del placer y de la comodidades de la electricidad.
Sindicatos y Hunosa de la mano por un lado, y nuestros queridos políticos por el otro, nunca estarían más de acuerdo. Los primeros, porque la minería tenía fecha de caducidad, por lo que había que “diversificar”, y los segundos porque actuaban como títeres cuyas cuerdas eran movidas por las grandes compañías eléctricas. En resumen, reunión de lobos, perdición de ovejas, y estas últimas ya sabemos todos quienes son.

Bien nos vendieron la moto, refregándonos las bondades de la combustión en lecho fluido. Su principal baza sería, la carencia prácticamente total de lluvia ácida en sus alrededores. La creación de empleo en la zona, reclamo para la llegada de otras empresas, dinamización del entorno, etc. serían parte de sus innumerables "ventajas". Sin embargo, y hasta el día de hoy, de todas ellas poco se sabe, ya que sobre dicha térmica planea una gran nube de sospecha, lo cual conduce a, los común mortales, cobijarnos bajo la sombra de escepticismo y la resignación.

Por si fuera poco, el oscurantismo y la falta de información existente en cuanto los niveles de contaminación desde entonces, planea continuamente sobre este complejo termoeléctrico que, sin embargo, todos obviamos mirando hacia otro lado; como si no existiera. Según diferentes estudios, en cuanto a centrales de entre 50 y 100 MW, la central de La Pereda supera en algunos casos los límites estipulados y en otros, roza el máximo permitido.


Parece incomprensible que llevemos casi veinte años conviviendo con ese mamotreto, y que nadie se digne a informarnos sobre los efectos que pudiera acarrear sobre nuestra salud. Tal pareciera que para “ellos”, tan sólo fuéramos un montón de cobayas, baratos y dóciles.

En Ablaña, La Peña'l Cuervu, La Faidosa, El puente la Luisa, Rimeses, Sueros, La Rebollá, El Rollu, Copián, Santa Llucía, Aguilar, El Padrún, El Navalín, Valmurián, Les Cuestes de Baiña, Baiña, Pumardongo, La pereda y El Curión, hace casi veinte años que nos levantamos con la bonita vista de dicha instalación, acostumbrados tendríamos que estar; pero no. Nos quitaron Fábrica de Mieres, que amén de producir humo, resultaba ser el corazón del motor económico de toda la cuenca e, incluso, de Asturias entera. No obstante, nos endiñaron esta joya donde, debido a su tecnología y mecanización, no trabaja casi nadie, y los resultados esperados de dinamización de la zona, no aparecen por ningún lado.



Nos quitaron humo y hollín y nos trajeron: dióxido de azufre, óxido de nitrógeno, anhídrido carbónico, óxido nitroso, ozono, metano, hidrocarburos y otros oxidantes foto-químicos, así como, compuestos orgánico-volátiles y amoniaco. Por si esto no fuera suficiente, después de demonizar hasta casi prohibir las cocinas de leña de toda la vida, por contaminantes, ahora van y se sacan de la manga el combustible ideal para nuestra querida térmica, la solución a todos nuestros problemas energéticos: Biomasa, osea, más leña. ¡No querías taza!, pues toma dos.


Donato



viernes, 15 de noviembre de 2013

ABLAÑA DEL REY ALFONSO

San Martín del Rey Aurelio recibe este nombre con todo el derecho como ya hemos visto alguna vez en estos artículos, porque, efectivamente, fue durante un tiempo la corte de este monarca. Por el mismo motivo Ablaña, en Mieres, debería llamarse Ablaña del Rey Alfonso, ya que también fue residencia de otro rey asturiano -el casto Alfonso II-, aunque en este caso de manera forzosa.

 A la hora de hacer la historia de la Monarquía asturiana, la fuente fundamental son las crónicas que se escribieron para narrar los sucedidos de la época; y entre lo que cuentan, todas se detienen a narrar brevemente las biografías de nuestros regios antepasados. La mayoría se redactó varias generaciones después de que ocurriesen los hechos y por ello presentan abundantes lagunas. De las que se conservan la más antigua es la llamada Albendense, que se concluyó en noviembre del año 883 y por lo tanto parece ser la más fiable. 

Pues bien, al referirse a Alfonso II, esta crónica nos narra que fue un buen rey y que dejó buen recuerdo entre sus vasallos. Sus contemporáneos lo llamaron el Magno, aunque luego para no confundirlo con Alfonso III que tenía el mismo apodo, los historiadores acabaron inclinándose más por otro apelativo que también se le dio en vida: «el Casto», y que refleja perfectamente cómo fue su vida: buen militar y mejor cristiano.

Nuestro soberano se mantuvo en el trono cincuenta y un años en los que hubo de todo: combates constantes contra los musulmanes, terribles derrotas y grandes victorias, e incluso lo que hoy llamaríamos un golpe de Estado en el que se le relegó del gobierno hasta que sus fieles volvieron a restituirlo en el trono. Sucedió cuando llevaba once años de gobierno y fue apartado por las armas de la corte ovetense; no conocemos cuánto tiempo duró este exilio ni tampoco sabemos con exactitud dónde estuvo el rey; aunque la crónica sí nos da el nombre medieval del lugar: el monasterio de Abelania, originando todo tipo de interpretaciones de los expertos.

Buscando parecidos actuales con este nombre, hace cuatro siglos el ilustre padre Luís Alfonso Carballo, autor de «Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias», se inclinaba por Avilés, mientras que el humanista cordobés Ambrosio de Morales prefería situarlo en Samos. El primero no aportaba ningún dato para apoyar su idea y la teoría del segundo quedaba coja porque en el lugar gallego no hay ningún documento ni tradición que recuerde tal cosa. 

Por su parte, ya en época más reciente, Constantino Cabal llevaba Abelania hasta la Liébana, en Cantabria, donde existieron en otro tiempo dos monasterios llamados Bellenia, uno dedicado a Santa María y el otro a San Salvador. Investigando lo mismo, otros autores han citado puntos tan dispares como Ablaneda, en la parroquia de Godán del concejo de Salas, o el monasterio de San Cosme y San Damián de Abeliare, en León, olvidando que se fundó en el siglo X. 

A pesar de todo, el lugar que cuenta con más partidarios es Ablaña, un topónimo que se explica casi siempre como derivado de las avellanas (ablanes, en asturiano), pero que seguramente tiene más que ver con la proximidad al río Lena, nombre que durante siglos sirvió también para conocer el Caudal, junto al que se ubica esta población mierense. De esta opinión son nada menos que Claudio Sánchez Albornoz, Ramón Menéndez Pidal y Armando Cotarelo. 

Vamos a ver lo que sucedió en la corte ovetense para que se desencadenase este episodio: la crónica se limita a calificar la acción contra Alfonso II como un acto de tiranía, sin dar más explicaciones y, como tampoco cita a los responsables, hay que suponer que tuvieron que ser personajes importantes, aunque no tanto para que alguno entre ellos llegase a reclamar la corona, de modo que es lógico suponer que en la conspiración participasen magnates y seguramente también obispos. 

Los motivos están más claros. Hay que recordar que se vivían tiempos convulsos. El padre de Alfonso II, el rey Fruela, había sido asesinado después de que él mismo matase con sus manos a su propio hermano, y la corona, antes de llegar a quien correspondía dinásticamente, había pasado por cuatro cabezas: Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo el Diácono; cada uno de ellos había tenido, lógicamente, sus respectivos partidarios que ahora estaban frustrados y, por lo tanto, los grupos de rencorosos llenaban todas las esquinas de la Corte.

Alfonso se encontró, en cuanto llegó al trono, con uno de los momentos más delicados de la guerra contra los musulmanes al sufrir en sus carnes los éxitos militares de Hixem I, un hijo del famoso Abd al Rahman I, que derrotó en varias ocasiones a los cristianos asturianos entrando en Oviedo; pero lo que es más importante para nosotros es que también era una terrible amenaza para los franceses, e incluso en una ocasión llegó a sitiar la ciudad de Narbona.
Era inevitable que asturianos y galos se uniesen ante el enemigo común y ello favoreció la amistad entre las dos coronas y aunque nuestras crónicas no hablan de estas relaciones, las francesas sí lo hacen y por ellas sabemos que en el 795 Alfonso II envió una embajada a uno de los hijos del todopoderoso Carlomagno, Luis el Piadoso, que entonces se encontraba en Tolosa.

Las conversaciones fueron tan positivas que la delegación volvió en otras dos ocasiones, en 797 y 798 y nunca faltaron los intercambios de obsequios entre los dos reyes; también los franceses mandaron al menos en una ocasión a un embajador, un obispo de Orleáns, que vino a matar dos pájaros de un tiro ya que de paso se interesó en combatir la herejía adopcionista que entonces tenía adeptos en Asturias. 

Esta amistad con el poderoso imperio extranjero fue interpretada por algunos asturianos principales como un riesgo de sumisión a Carlomagno, e incluso algunos historiadores franceses hoy en día siguen afirmando sin fundamento que cuando Alfonso II escribía al francés firmaba como vasallo suyo. Por fin, la gota que colmó el vaso de sus opositores fue el nombramiento para uno de los cargos de confianza de la corte, el Oficio Palatino, de un francés, lo que levantó ampollas y dio el motivo para la revuelta.

Según Constantino Cabal, quien publicó una extensa monografía sobre este reinado, el rey fue llevado a Abelania en el 802 cuando nada en sus dominios hacía presagiar una conspiración que, sin embargo, estaba sólo esperando el momento adecuado. Entre los escasos datos que proporciona la crónica está una pista sobre los libertadores del monarca: un grupo de fieles encabezados por Teuda, o Teudano, un nombre de origen visigodo y en el mismo sentido la palabra fieles tampoco puede interpretarse simplemente con el sentido actual como aquellas personas que eran partidarias del rey, sino que así se denominaban aquellos súbditos que se comprometían a defender al soberano por un juramento especial. 

Hemos dicho que mientras Alfonso II estuvo apartado nadie se sentó en su trono, hasta que finalmente fue restituido en su autoridad y que una cuestión pendiente está en saber cuánto tiempo duró el exilio. Pues bien, todo indica que no debieron pasar más de cinco o seis años, porque sabemos que en el 808 el rey ya ejercía plenamente sus derechos, como lo demuestra el que en aquella fecha hizo la donación a la iglesia de Oviedo de la Cruz de los Ángeles, que hoy es el símbolo de la ciudad.

No sabemos cómo tratarían a Alfonso II en Ablaña, pero por bien que fuese siempre iba a recordar aquel episodio como uno de los más penosos de su vida y pasados muchos años aún se refería a él como un periodo de «graves tribulaciones». 

Ahora es inevitable preguntarse si queda alguna huella del monarca en el pueblo mierense: la respuesta es negativa, aunque también es cierto que tampoco se ha buscado. El monasterio más antiguo que conocemos en la zona se fundó en Baíña siglos después y en Ablaña el punto con más historia es la casona de los Muñiz, que luego emparentaron con los Bernaldo de Quirós y en la que hoy, una vez modernizada, apenas queda nada original. Frente a ella está la capilla dedicada a San José, sin mucho arte pero con muchas posibilidades de que esté construida sobre un edificio anterior, ¿Qué tal si miramos debajo?

Ernesto Burgos (historiador)


Artículo publicado en La Nueva España el día 25 de septiembre de 2007