martes, 29 de octubre de 2013

TODOS CON POLA DE GORDÓN

Es evidente que los mineros tienen que ir a pasar el agua. Por si tuvieran poco con la que tienen encima últimamente, el maldito grisú vuelve a las andadas: llevándose a seis vidas, destrozando a seis familias y hurgando más aún en la herida de este maltratado colectivo. ¡Qué iluso! y yo pensando que en pleno Siglo XXI y con la tecnología con la que disponíamos, se había ganado la batalla a esa amalgama de metano y otros malditos gases.
Que nadie se haga ilusiones, tras esta desgracia nada cambiará y, mucho menos, la sensibilidad de nuestros políticos en la búsqueda de una solución a este enquistado problema. ¿Invertir en seguridad?, ¿En tiempos de crisis?, ¿En la mina?, Vade Retro Satana.


Pola de Gordón, Castilla y León y Asturias entera están, por enésima ocasión y por desgracia, de luto. En Ablaña sabemos bien lo que es eso, pues demasiadas fueron las veces que tuvimos que pasar por situaciones tan trágicas o ¿Quién no se acuerda de aquel 31 de agosto de 1995, cuando la maldita mina segó la vida a catorce trabajadores en el pozo Nicolasa?: por aquí todo “quisque”, en Madrid, casi nadie. Quizás sea por la distancia, pero a la capital de este país, los problemas de “cuatro” mineros les pilla muy lejos: demasiado al norte.

Lo que para los que vivimos junto a la mina es un problema, para los de lejos es una simple contrariedad. Ellos nunca sabrán lo que implica vivir al lado de un pozo minero, lo que es tener familia o amigos trabajando a cientos de metros bajo tierra, el vivir día a día en casas que se hunden, convivir con la visión dantesca de una central termoeléctrica echando humo delante de sus narices, ni se pueden imaginar lo que es vivir rodeados de escombreras y arqueología industrial en desuso y que, por si no fuera esto suficiente, carecer de cualquier tipo de alternativas o de expectativas de trabajo. Ellos no conocen a la resignación y a la desesperación que inevitablemente llevan al éxodo. Pareciera que nadie se diera cuenta de la gravedad del problema: está a punto de desaparecer una forma de vida de casi dos siglos de existencia.

Por desgracia, nuestros dirigentes se han enfrascado en una guerra contra los patronos privados de la industria minera. Una pugna en la que cada uno de los dos contendientes utiliza su potencial de destrucción al máximo nivel; no obstante, se me antoja una contienda desproporcionada: los generales comen carne sin ninguna cortapisa; mientras, la tropa se muere lentamente por inanición.

Pero olvidémonos por un momento de esos problemas, para centrarnos en una localidad del norte de León que está de luto. Vaya desde aquí, el máximo apoyo a todos los mineros y, en especial, el reconocimiento a aquellos que, desgraciadamente, nos dejaron.



El pueblo de Ablaña siempre estará con POLA DE GORDÓN, y con Aller, Degaña, Bembibre, San Martín del Rey Aurelio, Villablino, Siero, Toreno, Morcín, Santa Lucía, Mieres, Cangas del Narcea, Ciñera, Ibias, Pola de Lena, Langreo, Laciana, Bimenes, Riosa, Teverga,… 

domingo, 27 de octubre de 2013

¡QUÉ GRANDE QUE ERA MI VALLE!

Quizás el regueru Nicolasa no tenga rango de río; sin embargo, el valle que riega tuvo, durante mucho tiempo, más categoría que otros bañados por corrientes de agua con tal distinción.
A lo largo de la historia, y en su entorno, se gestaron importantes acontecimientos, de gran trascendencia en cada momento: según el historiador Claudio Sánchez-Albornoz, en un monasterio situado en las cercanías de su desembocadura, en lo que hoy es Ablaña de Abajo, y debido a intrigas familiares, estuvo cautivo el Rey Alfonso II (el Casto);  a mediados del siglo XIX, también en sus alrededores, la Asturian Mining Company levantó el primer alto horno de España y; casi un siglo más tarde, y también en sus dominios, se iniciaría un acontecimiento decisivo en la convulsiva política de la II República española: la revolución de octubre del 34.
Octavos de Nicolasa 1917
Fuente: Álbum Fotográfico de Mieres (1864-1939)
Desde que dicha compañía inglesa irrumpiera por estos territorios, tanto en las laderas de sus montes, como en sus escarpadas orillas o, incluso, en el interior de sus entrañas, floreció un entramado de compleja ingeniería geológica, dispuesto de manera organizada y distribuido estratégicamente por cada de uno de sus rincones: chamizos, “calicatas”, vías de ferrocarril minero, teleféricos, planos inclinados, cargaderos, escombreras, explotaciones a cielo abierto y, sobre todo, dos dinámicos pozos de extracción vertical del negro mineral, Mina Llamas (Nueva Montaña Quijano) y San Nicolás. Paralelamente, y al tiempo que se desarrollaba este “boom” industrial, en su parte baja, una pequeña aldea crecía hasta transformarse en un prospero pueblo que poco a poco dispondría de todos los servicios existentes en una pequeña ciudad del momento: Ablaña, mi Ablaña.
Cuanto glamur tuvo en otro tiempo. Tirando de la hemeroteca, descubrimos sus escarceos con la alta sociedad, Condes, Marqueses y familias adineradas vivían, se paseaban, se casaban o abrían sus negocios dentro de sus dominios. Apellidos como: Bernaldo de Quirós, Numa Gilhou, Álvarez del Manzano, Montoto o Figaredo, nos lo demuestran.
Por aquellos tiempos, raro era el que no conocía su nombre y, durante décadas, todos los caminos, aunque pocos y sinuosos, llegaban a ella. Nadie lo dudaba: estaba en el mapa.

Postal de 1957

En su época de esplendor, llegó a tener casino y rondaba la veintena de chigres. También disponía de Almacenes de vinos, varios comercios de productos básicos, Estancos, Kiosko, pequeños comercios especializados, Carnicerías, Pescaderías, Confitería, Panaderías, Droguería, Ferretería, Peluquerías, Carpintería, Sastrería, pequeñas industrias transformadoras, Farmacia, Cruz Roja, Centralita telefónica, Oficina de Correos, Economato de Hunosa, Consultorio médico, Cine, Cuartel de la Guardia Civil, Casa Sindical, varias Escuelas, dos activas Estaciones de Ferrocarril y algo más que, seguro, se me quedará en el tintero.
¿Quién en todo el concejo y ayuntamientos limítrofes no conocía sus concurridas y populares Fiestas de San José?, o que decir de su animada y campestre jira a la Meruxega el Domingo de Pascua. Del mismo modo, vecinos del pueblo también me hablan de otra fiesta campestre, que durante varios años se organizaba en el desaparecido Prau Regueru.


No obstante, en la actualidad, casi nada queda de aquello: las calles están casi desiertas; de los veinte bares, tan sólo nos queda uno y medio; no hay partidas de tute, garrafina o subastao; ¡Qué tristeza!, apenas hay niños; ya no existe aquel ruido continuo y olor a trabajo. Todo es silencio y abandono.
No nos queda más remedio que conformarnos con el romanticismo y añoranza de lo que fue. De aquella esplendorosa época industrial, tan sólo queda San Nicolás, pero con los días contados y en tratamiento paliativo. ¿Y Mina Llamas?: a merced de la naturaleza y mimetizándose con ella, que para nuestra desgracia, la tenemos que ver diariamente.
Sin echar culpas por completo, diríamos que en parte es debido a la desidia continua de nuestros políticos, pero también, a la pasividad pusilánime de los que alguna vez vivimos allí; quizás tengamos lo que nos merecemos.