El popular y recordado sacerdote D. Antonio José Fernández Fernández, más conocido por los feligreses como Don Antonio, que fue titular de las
parroquias de Loredo y Baíña (Mieres) durante más de cincuenta años, nació el
23 de abril de 1913 en San Antolín de Villanueva (Talarén), parroquia del
concejo o municipio asturiano de Navia.
De familia muy cristiana, era hijo de Manuel y Társila y tuvo 9
hermanos, de ellos tres varones, Don Luis --el otro hermano sacerdote,
fallecido en Cabanella de Navia el 28 de octubre de 2007--, Domingo y
Marcelino, que estuvieron casados, y seis mujeres: Pilar, Olvido, Carmina, Luz,
Piedad y Teresita, de las que tres fueron religiosas franciscanas del Buen
Consejo: Pilar, Olvido y Luz.
De joven, Don Antonio trabajó en la construcción del ferrocarril
Gijón-Santander (FEVE) a su paso por Navia.
Entró en el Seminario de Valdediós (Villaviciosa - Asturias) el 29
de septiembre de 1932 cuando tenía 20 años de edad. Cuentan sus compañeros que
su fuerza física era tan grande que, con los brazos en cruz, sostenía colgados
de ellos a dos personas adultas.
Fue ordenado sacerdote en Valdediós el 16 de junio de 1940, a los
27 años de edad, por el entonces Obispo de Oviedo D. Manuel Arce Ochotorena.
Celebró su primera Misa solemne el 23 de junio del mismo año en la iglesia de
San Pedro de Andés (Navia), donde residían sus padres y familia.
De 1940 a 1943 estuvo de coadjutor en la parroquia de Valdesoto,
en el concejo de Siero.
De 1943 al año 2002 fue párroco de Loredo --en cuya casa rectoral
se instaló con sus padres y hermanos nada más llegar y vivió luego bastantes
años en compañía de Piedad y Teresita--, Baíña, La Pereda y Ablaña, pueblos del
norte del concejo de Mieres (Asturias).
Pasó a la situación de jubilado el 31 de marzo de 2002, fijando su
residencia en Cabanella de Navia junto con sus hermanas Piedad y Teresita, y
muy cerca de su otro hermano don Luis.
Falleció en su casa de Cabanella el 22 de abril de 2008 y al día
siguiente, en que cumpliría 95 años de edad, el Sr. Arzobispo de Oviedo, Don
Carlos Osoro, presidió el funeral de cuerpo presente en la iglesia de San Pedro
de Andés, recibiendo a continuación sepultura cristiana en el panteón familiar
del cementerio de Andés. A pesar de sus grandes sufrimientos, la víspera de su
muerte por la tarde, celebró la Eucaristía con plena lucidez en la capilla de
Cabanella.
Don Antonio era persona de pocas palabras y profundos
sentimientos. Hombre humilde y sencillo, no le gustaban los aplausos ni los
homenajes.
Cuando se enteraba de que alguien estaba enfermo, allí estaba él
en su casa o en el centro sanitario para consolarle y llevarle los auxilios de
la fe.
Siempre abierto a recibir consejo y orientación, no tenía
inconveniente en preguntar a sacerdotes mucho más jóvenes que él sobre temas de
Teología, Moral o Pastoral.
Los sacerdotes que se confesaban con él decían que era un gran
confesor y director espiritual.
Los que le conocían decían de él que «lo daba todo por sus
feligreses». Éstos, tras su fallecimiento, quisieron reconocerle su labor, algo
a lo que se había resistido en vida. El 27 de octubre de 2008 los vecinos del
pueblo de Loredo le rindieron un sentido homenaje, con una misa en su recuerdo
oficiada en la iglesia parroquial por su sobrino, el también sacerdote don
Antonio Fernández García, y el descubrimiento de una placa conmemorativa. En
junio del mismo año, el pueblo de Ablaña, en cuya rectoral residió Don Antonio
durante muchos años y hasta su retiro, había llevado a cabo un acto similar en
su honor.
FUENTE: D. Antonio Fernández
García, sobrino de D. Antonio, http://www.vivirasturias.com.
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