Ya derribaron un edificio en Ablaña, llevaba más de un año con precinto de la policía por riesgo de derrumbe y al fin han decidido que por seguridad, lo más conveniente es echarlo abajo. Yo ya lo conocí vacío, agrietado, roto, cuando hace cinco años vine a vivir aquí, pero en este tiempo aprendí que no hay un solo edificio en este pueblo,que no tenga algo que contar:
La escuela de hombrecitos estaba en la planta baja de un gran edificio de viviendas, que daba entrada a la calle donde vivía el maestro;el maestro,el practicante,el cura..la que hoy es "Pablo Iglesias" por aquel entonces y por lógica de rangos,era la calle "Los señoritos".
Don Gregorio ejercía allí de todopoderoso,con vara de avellano en ristre y bofetones a diestro y siniestro.Tal era su destreza en enseñar con el consabido ".. Con sangre entra",que hasta había depurado una técnica antiescape digna de mención. Consistía en pisar un pie del incauto que pretendía esquivar su ira,con lo que el único movimiento posible que le quedaba al guaje era echarse un paso hacia atrás, y ahí acorralado cómo un cervatillo aprovechaba entonces Don Gregorio para abofetear a dos manos. Aprendían aquellos nenos sobretodo picardia, porque a leer y a escribir ya los había enseñado a la mayoría Doña Inés,que daba clases en su casa de "los paredones" y que ni era maestra,ni cobraba la mitad de las veces, pero que tenía toda la paciencia y el cariño que le faltaba al tirano del maestro. Y digo picardia porque entre otras genialidades estaba la de agujerear las varas de avellano con las que les sacudía Don Gregorio, lo que hacía que estas rompiesen al dar contra sus culos, evitando así un dolor mayor. Me cuentan que algún padre fue buscando al maestro cuando alguno de estos chiquillos llegó a casa con el labio partido, pero eran otros tiempos, y nada podía un minero de entonces contra la triada de cura,sargento( de la guardia civil) y jefe de estación, que protegían al susodicho; con lo que todo quedó en palabras. Aunque me gusta pensar que después de las amenazas de aquel padre, el maestrillo mas de una noche y de dos, miraría dos veces atrás al sentirse sólo en la calle y correría a refugiarse atemorizado,no fuera a ser, que un minero, es un minero, y con él no valdría el pisarle un pie para salir airoso.
No todo eran palos, el día del cumpleaños del preceptor, cada niño debía llevar algo de merienda y se sacaba un tocadiscos que habían ganado en un concurso de murales, pero que sólo disfrutaban aquel día, y entonces sonaba música en la planta baja de aquel edificio de viviendas, donde entre la posada de Josefa en el segundo con sus doce inquilinos( trabajadores de fabrica de Mieres,mineros de Riosa,portugueses recién llegados..)
El resto de viviendas, con sus casi siempre numerosas familias, las dos buhardillas, que a pesar de no tener agua corriente siempre estaban ocupadas y los aproximadamente cuarenta niños q reían a pesar de todo, y se compadecían de las carencias que sufrían aquellos otros niños desamparados de los que les hablaba Don Gregorio, representados encima de su mesa con cuatro figurillas en forma de hucha...
No puedo ni imaginar el número de personas que recorrieron sus pasillos, que se asomaron a sus ventanas, se cobijaron entre sus muros, y que un día cerraron sus puertas para no volver.
Un día de la próxima semana nos levantaremos y ya no estará,como la antigua estación( que no conocí) y sentiré que se va otro trocito de historia. De esas historias que me encanta que me cuenten, de esas historias que todos deberíamos conocer.
Raquel Arce
¡ Que bonito y que triste a la vez! Me encantaria que mi padre (Juan L'aviru) estuviera aqui para comentar, aunque solo fuera una vez mas, todos estos recuerdos que nos traes. El siempre nos hablo de lo mucho que le pego este maestro y la saña con que lo hacia. Gracias por traernos ese pedacito de historia de nuestro pueblo.
ResponderEliminarMarta gracias a tu padre, aprendí a conocer y amar este pueblo.El me enseñó,que no hay un solo edificio una sola casa, que no tenga una historia que contar,tuve la suerte de que me contara muchas de ellas.Cada vez que escribo algo,no puedo evitar pensar si le gustaría. A si que el encontrarme hoy con tu comentario me ha hecho muy feliz. Gracias
EliminarEn ese edificio también fuí yo a la escuela. A mi también me enseño a leer Doña Inés. Y cuando pasé a la escuela nacional también descubrí una brutal maestra que nos daba con la regla en las maninas por el simple echo de tardar un segundo en contestar cuando te preguntaba la tabla, o por repetir la pregunta antes de contestar. por ejemplo: ella preguntaba ¿tres por cinco? y si contestabas tres por cinco quince, ya te llevabas el palo, y te decias - No repitas lo que yo digo y contesta rápidamente!aveces tardábamos ese segundo por el miedo que teníamos. A mi me dolía todas las mañanas la barriga en cuanto veía la escuela de puro miedo a los golpes y castigos, Aveces me pasaba la mañana castigada de rodillas y cara a la pared, muerta de aburrimiento y con las rodillinas doloridas. mi único pecado era fallar al contestar a tiempo algún número de la tabla. También me ridiculizaba porque mi madre me ponía pantalones, y me obligaba a ponerme una falda encima de los pantalones o si no tenía pendientes. Me sacaba al centro de la clase junto con la niña mas mona y bien vestida para que las demás niñas dijeran quien estaba mas guapa. Teníamos clase los sábados por la mañana y cada sábado tenias que llevarnos su bata a lavar a casa y traérsela limpia el Lunes, también nos encargaba a las que bajábamos del monte que cogiéramos leña par la estufa y por supuesto eramos las niñas las que la prendíamos y sacamos las cenizas, barríamos la clase, regábamos las plantas y limpiábamos el polvo a las mesas. Yo solo tenía 7 año. Pasado todos estos años sigo guardando dentro de mi un resentimiento hacia esa mujer. Doña María Antonia, a la que había que tratar de "señora profesora" y siento un profundo desprecio hacia ella.
ResponderEliminarMe ha gustado leer esta historia, yo viví diez y ocho años en ese edificio, también conocí a Juan Laviru que nos daba clase de Kárate en el Hogar, y la maestra Doña Inés, grandes personas, de los otros maestros prefiero no acordarme. Un saludo.
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